07 mayo 2005

DESLUMBRADA LUZ ENTERA



Alboroto somero de patos y de ranas, casi de amanecida. En la primera hora de la mañana, restos de niebla y rocío alrededor de la calzada romana, de una de esas espinas dorsales de civilización e historia.
Por la Ruta de la Plata, de Mérida a Baños, 180 kilómetros, 133 millas romanas, con la brújula espléndida del Itinerario de Antonino.
Ab Emerita Augusta. De ahí, de la primera piedra de Extremadura, del puente sobre el Albarregas, acueducto de los Milagros al fondo, sale el camino. El campo de cereal en torno a Mérida y un espectacular paisaje de dehesa que llega a Cornalvo reciben la luz entera de la mañana. Tengo la suerte de llevar al lado a un amigo forastero que me presta su mirada deslumbrada ante el descubrimiento de la naturaleza extremeña. Miro con mis ojos, me asombro a través de los suyos.

Ad sorores. Primera parada, primera mansión del Itinerario de Antonino, mansión definitiva -el huerto moro- de Pedro de Lorenzo. Alrededores de la dehesa de Santiago de Bencaliz. Cementerio de las Casas de don Antonio. Allí, el homenaje al prosista deslumbrante, que preside el viaje a partir de ahora con su mirada tutelar y terminante. Por encima de los prejuicios, por encima del olvido, se levanta la admirable voz de La fantasía heroica. El tiempo le ha ido quitando lastres y nos ha dejado el don del escritor puro, despojado de adherencias e imposturas. Sola su obra que crece contra el tiempo.

De largo por Castra Caecilia, segunda mansión, hasta la tercera, Túrmulo, cerca de Alconétar. Impresión del brezo que pinta sus macizos espectaculares en la sierra de Cañaveral, antes de llegar al paisaje recoleto y agreste del Palancar, de duro misticismo montaraz, de zarza lacerante como un cilicio.

Tras el Cerro de las brujas, de Riolobos a Galisteo, por la vega entre Alagón y Tiétar, Rusticiana, la cuarta mansión. Parada y fonda. Un texto colectivo, un cadáver exquisito que ha empezado a oler antes de tiempo. Aporté dos versos que salieron machadianos, como de Orillas del Duero:

El buitre en la certeza mortal de la venganza
por los páramos grises sin hierba ni esperanza.

No da aquello mucha satisfacción y se aplaza el compromiso para un soneto que frustrarán el cansancio y las deserciones en Mérida.

Ya en Cáparra, la quinta mansión. La tarde luminosa y la luz exacta, la augusta luz de Roma parada en las ruinas del arco, en el cruce del cardo y el decumano y allí, los restos de la calzada que rinde en Baños de Montemayor su sexta etapa. Declive espléndido de la luz por el camino. La caída de la noche en las termas.

Memorias de la piedra abonada por los huesos de los hombres. Arcos, bóvedas ruinosas. Una guerra lejana y cercana, vergonzosa y criminal. Plena explosión de la primavera en estos días centrales de marzo, donde el tópico de la explosión nos trae el eco de esa guerra.
Alegoría de la historia en las ruinas de los palacios sin techo. ¿De qué han servido los cimientos?

Junto a los ríos de Babel
estábamos sentados y llorando.

Son dos versos de los Salmos, tienen muchos siglos detrás, pero vuelven, circulares como las ruinas de la historia que empezó a dar sus vagidos de pastoreo entre el Tigris y el Éufrates, donde hoy vuelven a posarse todos los buitres del mundo civilizado.