14 mayo 2010

Desde un palco de sol en La Maestranza


Anejos de Siltolá publica Plaza de toros, un mano a mano entre el compás de la prosa de José María Jurado y el temple de las ilustraciones de Pablo Pámpano, a los que presenta –siempre quieren los artistas que sea otro el que rompa plaza- Lorenzo Clemente con un prólogo medido y los capotazos justos para dejar el toro en suerte.

Desde un palco de sol en La Maestranza, el poeta evoca y mira. Y luego escribe para que el pintor dibuje esa mano –tan alta aún- de Joselito el Gallo, que olía a muerto unos días antes de la tarde de mayo en Talavera; para que el lector sienta el viento de Linares contra el rostro de cera de Manolete y su tristeza huérfana y convaleciente de cornadas y morfinas.

En sus catorce capítulos hay mucho más: Teseo por la Estafeta y Apolo en Ronda, esa otra Roma andaluza; la melancolía desmañada y tartamuda de Belmonte en el Altozano; Morante y su tratado de armonía; la luz de San Bernardo en la Puerta de la Carne, escenario cervantino para obra y gracia de Pepe Luis; la inspiración como un don de la desgana que viene del tronco negro del faraón y de los cantes antiguos de Manuel Torre; la ramita de un jaikú en el compás jerezano de José Mercé y el bronce mecido en los naturales de Paula; la oscuridad incierta de la fragua y las madres terribles que levantan la cabeza cuando torea, sacrificial y trágico, José Tomás, como si fuera siempre la última vez.

Un espléndido libro, un regalo para los ojos, la sensibilidad y la inteligencia.