19 octubre 2011

La invención del 27


Pocos conceptos habrá más desprestigiados y pocos métodos habrá tan inservibles y perturbadores en los estudios literarios como el de las generaciones. Hace ya tiempo que Ricardo Gullón lo explicó lúcidamente en un memorable ensayo, La invención del 98, quizá no suficientemente leído por algunos sectores de la crítica y la didáctica de la literatura española.

Acaba de aparecer en Berenice un libro de Manuel Bernal Romero sobre otra invención, la del 27, un rótulo tras el que se esconde una nómina desigual de poetas valiosos cuya obra ha ido creciendo en lectores y en influencia con el tiempo y de acompañantes y palmeros a los que ese mismo tiempo ha pulverizado sin misericordia.

Basándose en declaraciones, cartas y notas de prensa, Manuel Bernal Romero ha escrito un libro desmitificador que da una nueva interpretación sobre las circunstancias que rodearon la invención del 27 y su presentación en público; sobre la fotografía del intranscendente homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla a mediados de diciembre de 1927, en la que no aparecen ni Salinas, ni Aleixandre, ni Cernuda; sobre los pormenores de aquella excursión en tren a la gloria que sufragó Sánchez Mejías; sobre las gamberradas, las polémicas y los rechazos que provocó la celebración gongorina y sobre los intereses promocionales de aquella sociedad anónima en palabras de Bergamín, aunque en realidad fuera una sociedad limitada.

Es bien sintomático que los muñidores y propagandistas del grupo y su advocación gongorina fueran Gerardo Diego y Dámaso Alonso, los poetas por los que ha pasado peor el tiempo, o un charlista ágrafo como Pepín Bello.

Y aún más sintomático que Cernuda, que no está en la foto, haya ido creciendo en prestigio. Y entre unos y otros, la reticencia de Lorca, la sensación de Alberti de que aquel homenaje había sido un desastre, “un gran fracaso”, o la renuncia de Salinas a participar en él.

La invención de la generación del 27 narra desde dentro y desde fuera la intrahistoria y la apariencia de aquellos fastos, menos presentables, menos unánimes y en el fondo más divertidos de lo que suele contarse.