07 septiembre 2012

El gran Gatsby



El gran Gatsby es uno de esos títulos que han ido creciendo con el paso del tiempo hasta convertirse en un clásico contemporáneo.

La actualidad de la novela la demuestra no sólo el reciente estreno de una nueva versión cinematográfica -la primera es de 1926, solo un año después de la primera edición del libro- con Leonardo Di Caprio y Carey Mulligan, sino el hecho de que coincidan hoy mismo en las mesas de novedades dos nuevas traducciones: la reciente de Justo Navarro en Anagrama, que aparece ahora en formato de bolsillo en Compactos, y la de Susana Carral en Reino de Cordelia.

Intachables las dos, se suman a la casi canónica de José Luis López Muñoz en Alfaguara. Y puestos a no elegir, cualquiera de ellas es una invitación a la lectura o a la relectura de un texto que traza una épica de la derrota, una elegía de la autodestrucción de una época y unos personajes que comparten con el autor esa virtud poliédrica, cambiante y hasta contradictoria que solo tienen los clásicos.

Esas dos traducciones de El gran Gatsby se suman a otros títulos de Scott Fitzgerald. Si hace pocos meses Rey Lear publicaba Tres historias en torno a Gatsby, con traducción de Susana Carral, ahora se suma al catálogo de la misma editorial y con la misma traductora La adolescencia de Basil Duke Lee, una novela intensamente autobiográfica que publicó por entregas entre 1928 y 1929.

Y además, Zut Ediciones publicaba hace poco Mi ciudad perdida, el proyecto literario que Scott Fitzgerald no llegó a ver editado, una colección de artículos complementarios de la obra narrativa de quien es uno de los nombres fundamentales de la generación perdida junto con Hemingway, Faulkner, Dos Passos o Steinbeck.