10 octubre 2012

El club de los narradores muertos

De niño, Theodore, pasaste largas horas sentado
a orillas del turbio Spoon,
la mirada fija en la madriguera del cangrejo,
esperando que asomara y se arrastrara afuera,
primero sus antenas ondulantes como paja de heno,
luego su cuerpo color de jabón
adornado con ojos de azabache.
Te preguntabas hipnotizado
qué sabía, qué deseaba, por qué vivía.
Más tarde volviste la mirada hacia los hombres y las mujeres
ocultos en las madrigueras de las grandes ciudades,
esperando a que salieran sus almas
para ver
cómo vivían, para qué,
por qué seguían arrastrándose tan afanosos
por el arenoso camino donde escasea el agua
en el declive del verano.


Theodore, el poeta es uno de los poemas lapidarios que forman parte de la Antología de Spoon River, la obra de Edgar Lee Master que acaba de publicar Bartleby en edición completa y bilingüe con traducción de Jaime Priede.

En ese epitafio imaginario de un cementerio imaginario se resume la actitud de Lee Master cuando compone esta inquietante danza macabra en la que las lápidas parecen fundar un club de narradores muertos, un docudrama coral que presenta un mosaico de la sociedad estadounidense de comienzos del siglo XX.

Desde su publicación en 1915, la Antología de Spoon River se ha convertido en el libro de poesía más vendido de la historia literaria de los Estados Unidos.

La recuperación de su versión íntegra en la traducción de Jaime Priede es una inmejorable ocasión para entrar en ese cementerio o para oír de nuevo las voces de sus muertos.

Unos muertos que narran, protestan, discuten y se contradicen, se justifican o confiesan sus miedos, sus secretos o sus fantasías: la muchacha violada y la mujer adúltera, el asesino y el juez corrupto, el banquero estafador y la maestra rural.

Esos son algunos de los personajes que yacen bajo casi doscientas cincuenta lápidas que sirven para tejer un entramado de veinte historias en las que está resumido el mundo.