27 abril 2015

Teoría y yerro de las Azores


"(El glorioso antecedente) Aznar historia de España sí debe de saber y, si no, su señora, que era entonces concejal del Ayuntamiento de Madrid, podía leerlo a diario en los versos de la plaza de la Villa: “... y en la Tercera el Francés...”. En efecto, fue en aguas de la isla Terceira, la mayor de las Azores, que Felipe II había anexionado por las armas, con todo Portugal, a su corona, donde Álvaro de Bazán, que había mandado la escuadra española en Lepanto, derrotó a los franceses en el terrible combate naval del 26 de julio de 1582, históricamente famoso no solo por el estrago sino también por ser el primero en que pelearon galeones armados. Ya se comprenderá el entusiasmo del presidente Bush cuando Aznar le fue con esta historia y le recomendó la isla Terceira para la triple reunión sobre la guerra de Irak, sobre todo porque los derrotados habían sido los franceses, los antecesores de Dominique de Villepin, que había sido hasta aplaudido —cosa inusitada— en la ONU, por su vibrante discurso contra esa guerra. El curioso movimiento de Bush por detrás de Barroso y del inglés para ponerse al lado de Aznar debió de responder a un súbitamente renovado espíritu de gratitud." 

Ese texto de Rafael Sánchez Ferlosio, que apareció en El País el 16 de junio de 2012, es uno de los que se recogen en Campo de retamas, el volumen que reúne sus pecios completos en Literatura Random House. 

Lástima que ese pecio contenga un error garrrafal del que al parecer no se han percatado ni el maestro ni sus discípulos: no fue Bush el que hizo ese movimiento de recolocacion para la posteridad. Salvo el maestro y sus habituales y -por lo que se ve- deslumbrados contertulios semanales, todo el mundo sabe que fue Aznar quien perpetró tal suerte de astuto movimiento de peón en el siniestro ajedrez que se escenificó allí y evitó estar junto a Barroso para buscar la mano protectora del amo del imperio. 

No sé hasta qué punto se desmorona esa curiosa teoría de las Azores con ese error. Me temo que si esa era la conclusión de la teoría y su demostración visual, la afecta decisivamente. Y en todo caso la pertinacia en el error le quita credibilidad al texto de un escritor del que se espera siempre el grado máximo de rigor, el que por cierto está presente en la mayoría de las páginas de este libro.