18 septiembre 2015

El ojo y la aguja



Se decía que todo el que leyera Las mil y una noches de cabo a rabo estaba condenado a morir. Quizá el origen de esta vieja superstición sea la opinión, bastante frecuente, de que nadie posee la suficiente paciencia para leer el libro en su totalidad. Pero también subyace la idea de que no debe ser leído, quizá porque se le juzgaba fútil. Podemos, desde luego, leer una parte sin riesgo (de lo contrario todos los que han leído poco o mucho las Noches, es decir todos los lectores del mundo, habrían fallecido), pero una lectura integral solo puede conducir a la muerte, escribe el marroquí Abdelfattah Kilito en El ojo y la aguja, un espléndido ensayo publicado por Menoscuarto con traducción de Marta Cerezales.

Un recorrido por el mundo narrativo de Las mil y una noches, un libro de libros cuya lectura puede repetirse indefinidamente, sin desgastar el encanto del libro que responde a todas las preguntas y satisface todos los deseos.

El lector puede respirar tranquilo: no morirá a causa de las Noches, ya que, aunque quisiera hacerlo, nunca será capaz de completar la lectura de este libro diseminado, corpus de innumerables manuscritos, ediciones, traducciones, adiciones, exégesis y reescrituras. Siempre habrá otro texto de las Noches por descubrir, por leer. La sentencia supersticiosa se pierde en los meandros de un libro que ha sido considerado, con razón, infinito.