09 octubre 2015

Dos fragmentos de Svetlana Alexievich.



Lo que ha pasado es algo desconocido. Es otro miedo. No se oye, no se ve, no huele, no tiene color; en cambio nosotros cambiamos física y psíquicamente. Se altera la fórmula de la sangre, varía el código genético, cambia el paisaje. Pensemos lo que pensemos, hagamos lo que hagamos… Por ejemplo, yo por la mañana me levanto, tomo un té. Voy a los ensayos. Con los estudiantes. Y este algo pende sobre mí. Como un signo. Y como un interrogante. No tengo con qué compararlo. Los recuerdos de mi infancia no se parecen en nada a esto.

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En nuestra aldea desaparecieron los gorriones. Al primer año después del accidente. Se los veía tirados por todas partes: en los jardines, sobre el asfalto. Los recogían con rastrillos y se los llevaban en contenedores con las hojas. Aquel año se prohibió quemar las hojas, eran radiactivas. Enterraban las hojas. 
Al cabo de dos años aparecieron los gorriones. Nosotros nos alegramos y nos gritábamos el uno al otro: «Ayer vi un gorrión. Han regresado». 
Desaparecieron los escarabajos del bosque. Y siguen sin aparecer por aquí. A lo mejor, regresan dentro de cien años, o de mil, como dice nuestro maestro. Ni siquiera yo lo veré. Yo que tengo nueve años. 
Pues imagínese mi abuelita. Que ya es viejecita.


Svetlana Alexievich. 
Voces de Chernóbil. Crónica del futuro. 
Traducción de Ricardo San Vicente. 
Debolsillo. Barcelona, 2015.