Los poemas de Horacio E. Cluck
Ha tomado un libro de la mesa
y lee en voz muy baja, pretendiendo recuperar
y lee en voz muy baja, pretendiendo recuperar
la costumbre de hablar consigo a solas
y de contarse mentiras, atreviéndose
a mirar en las páginas gastadas
un mundo que le arrancó una vez las manos.
y de contarse mentiras, atreviéndose
a mirar en las páginas gastadas
un mundo que le arrancó una vez las manos.
Dicen que la bruma envuelve el recuerdo
con guantes de charol y vino turbio.
Lee palabras abruptas
como maldiciones, dulces
como muchas noches de deseo impostergable.
con guantes de charol y vino turbio.
Lee palabras abruptas
como maldiciones, dulces
como muchas noches de deseo impostergable.
—Ese soy yo, el que ya no es yo
y sin embargo se mutila ferozmente
porque trata de asirte con su cuerpo ajado.
y sin embargo se mutila ferozmente
porque trata de asirte con su cuerpo ajado.
Afuera se oye el trepidar confuso
de la tarde y él bosteza,
y tiene miedo.
de la tarde y él bosteza,
y tiene miedo.
Es
uno de Los poemas de Horacio E. Cluck, el libro que Luis Miguel Rabanal publica
en Huerga & Fierro.
Uno
de los poemas, en verso o prosa, en los que el poeta proyecta su intimidad en
un complementario que, entre la distancia y la emoción, expresa su contención
ante un pasado de pérdidas y un futuro de naufragios, “la belleza, o su
reverso, la enfermedad y la muerte consiguiente, el dolor, el propio dolor de
las palabras, esto es, un cuerpo y otros cuerpos", como señala en el prólogo Andrés
González.
El amor,
la soledad y la palabra, si no como salvación sí como consuelo.
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